Toda una vida estaría contigo… ¿amor eterno o castigo?

Vista de Puente de Vallecas

¿Alguna vez os habéis parado a reflexionar sobre la letra de esta canción? Viene a decir que “estaría contigo pese a todo, sin importar dónde ni cómo”, y recuerda un poco a esa famosa carta de San Pablo a los Corintios dónde habla de que “el amor lo aguanta todo, espera sin límites, sufre sin límites”… y así podríamos seguir “hasta que la muerte nos separe”.

Os propongo un reto: ¿y si nos despojamos de todos nuestros conocimientos, de nuestras gafas moradas, nuestro pensamiento crítico y feminista, y nos ponemos las otras gafas, las de cerca, las de coser (como dice mi madre) y miramos el mundo de las mujeres que hoy tienen 70 u 80 años…? Quizá nos sea fácil entender cómo viven sus relaciones de violencia dentro de la pareja. Hablo de mujeres nacidas en la España de los años 40/50, educadas en familias donde nacer niño tenía más valor que nacer niña. Destinadas desde sus primeros años a permanecer en el hogar, a cuidar, a aprender las tareas domésticas sin apenas poder estudiar (eso era cosa de hombres). Su juventud estuvo vigilada y así acudieron a sus primeros bailes, pero “acompañadas” en todo momento de hermanos o primos, sin poder apenas entablar amistades con otros chicos por el que dirán… Y casi siempre su primer novio, de su mismo pueblo o de su mismo barrio… Había que casarse rápido, otra vez por el que dirán y en muchas ocasiones como forma de poder empezar a hacer cosas, como viajar, sin la supervisión de su padre o hermano.

¿Señora o señorita? Les tocó además lidiar con la idea del amor romántico, un amor irreal y ficticio, de boleros o de la carta a los Corintios… y empezar a tener hijos/as y hacerse cargo de la casa. Esposa y madre, como debe ser. Profesión: “sus labores” Todo el día sola, sin apenas poder ver a la familia o a esa única amiga que te queda después de tantos años dedicada a la familia. En ocasiones ignorada, casi “invisible” para él; otras humillada, asustada, amenazada o golpeada pero siempre dañada… con un daño lento, como una gota que cae cada segundo y termina llenando el pozo. Y cada gota haciéndote más y más pequeña hasta casi desaparecer.

— ¿De qué te quejas? Me paso el día trabajando para que no te falte de nada… Llego muy cansado del trabajo y tú me pones nervioso con tus tonterías…

¿Será así el matrimonio?, ¿será así la vida de las mujeres? Y los años pasan, y los hijos crecen y se van de casa… Y la sociedad avanza (despacio, pero avanza) y escuchas cosas en la tele y parece que hay más opciones, y ya hasta te puedes divorciar.

— Pero ¿yo? , ¿cómo voy a hacer yo eso?… ¿Qué dirán mis hijos/as, y las vecinas?… ¡Qué vergüenza por Dios…

— ¿Pero a estas alturas, mamá? ¿Dónde vas? Y a papá, ¿quién le va a cuidar? Ya sabes cómo es… Siempre ha llevado los pantalones en casa y además la culpa es tuya que nunca le has parado los pies.

— ¿Y te vas a quedar sin la pensión de viudedad? Si tú no has cotizado, ¿qué vas a cobrar?

Pero un día te animas a pasar por el Centro de Mayores, y otra mujer te habla del Espacio de Igualdad, y una amiga te invita a participar en unos grupos “para charlar”… Y entonces el bolero ya no suena tan romántico… y descubres que te gustaba pintar, que antes de casarte querías estudiar, que te encantaba bailar… y vuelves a sentir esa gota caer sobre ti, pero en esta ocasión te hace brotar… y brotas a la vez que otras mujeres que también han vivido historias muy parecidas a la tuya. «Toda una vida estaría contigo…»

Empiezas a entender y a sanar… Poco a poco la culpa y la vergüenza van quedando atrás. Te piden que pongas un nombre a tu grupo y junto con el resto de mujeres te defines como valiente, luchadora y dinámica: “Nos llamaremos “Las Valudí”.

Una vez más se produce la magia del empoderamiento y aunque parezca que la relación de violencia se mantiene, ella sabe, (y nosotras sabemos), que ya nada volverá a ser igual. La mujer víctima empieza a quedar atrás, y por fin entiendes que el bolero se refiere a ti misma, empiezas a quererte y cuidarte como la persona más importante y con quien vas a pasar toda la vida:

«Toda una vida estaría conmigo

me estaría mimando

me estaría cuidando

como cuido mi vida

Que la vivo por mi»

Muchas mujeres mayores no acuden a los recursos destinados a mujeres víctimas de violencia de género por diversos motivos, barreras internas y externas. A ellas nos dirigimos desde el Programa Hazte Visible Hazme Visible. Muchas de ellas nunca llegan a separarse de su agresor, se mantienen en la misma casa, llegando incluso a ser sus cuidadoras o, lo que es peor, siendo cuidadas por ellos cuando aparece el deterioro físico o cognitivo. Este programa pretende visibilizarlas, decirle a la sociedad que las mujeres mayores están ahí, con un valor y una sabiduría incalculable. Busca acogerlas y acompañarlas, descubrir juntas que nunca es tarde para cambiar de rumbo o empezar de nuevo.

Autora: Mª Cruz García-Heras Ambrosio

Trabajadora Social del Programa «Hazte Visible, Hazme Visible» de atención a Mujeres Mayores y Violencia de Género de la Fundación Luz Casanova.

[Más información sobre el proyecto "El barrio de las mujeres de Puente de Vallecas" aquí]

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Blog
Autor
Cristina Martí…
Etiquetas
#cuidados #feminismos