Radiotrophic fungus

La radiactividad ha existido siempre. Los materiales radiactivos naturales están presentes en la corteza terrestre, en el suelo, en las paredes de nuestros hogares, en las escuelas, en las oficinas y en los alimentos que comemos y bebemos. Hay gases radiactivos en el aire que respiramos. Nuestros propios cuerpos, músculos, huesos y tejidos contienen elementos radiactivos naturales. También recibimos exposición de radiación producida por el hombre, como rayos X o pequeñas cantidades de materiales radiactivos emitidos al medio ambiente a partir de plantas de carbón y centrales nucleares. De media, recibimos 3.7 mSv (1) al año (aunque en ciertas partes del planeta se alcanzan varias decenas de mSv) por radiación. Pero la fuente más importante de estas radiaciones es la inhalación de radón, gas natural que emiten los materiales de construcción, con valores de dosis efectivas de 0.2 a 10 mSv al año.

 

En 1991, se descubrió la presencia de un moho negro en las cercanías y paredes del reactor número 4 de Chernobyl. Investigadores de la Universidad Johns Hopkins (Arturo Casadevall lab) lo denominaron Radiotrophic fungus, debido a su capacidad de generar melanina que convierte la radiación gamma en energía que utiliza para su crecimiento. Al igual que las plantas utilizan la energía lumínica para crecer mediante la fotosíntesis, existen estos organismos vivos que utilizan radioactividad para crecer. Este proceso se llamó Radiosynthesis.

 

El proceso natural de crecimiento de este hongo nos da muchas pistas sobre qué podemos plantear en entornos radioactivos. Me interesa artificializar el proceso natural de expansión de las esporas Radiotrophic fungus y elevar su producción en áreas donde los niveles de radiación sean elevados. ¿Qué infraestructura podemos diseñar para tener control y entender la radioactividad? ¿Qué efectos habría a largo plazo en ambientes radiactivos si periódicamente expandimos esporas de este organismo vivo? ¿Qué repercusiones habrá en este tipo de ambientes de aquí a uno, cinco, diez o quince años?

 

Esta investigación podría garantizar una vida más segura a astronautas, profesionales de la salud, militares, científicos, trabajadores de plantas nucleares y pacientes con cáncer, entre otros. Además, la implementación de este hongo podría ser una posible solución para retos como el almacenamiento de los residuos derivados de la actividad nuclear. En colaboración con científicos de la Universidad Johns Hopkins, estudiaremos la capacidad de este organismo vivo para reducir la radiactividad y su despliegue en lugares contaminados utilizando artefactos autónomos.

Fernando Cremades
Fernando Cremades (1989) ha estudiado arte y arquitectura en la Universidad Europea de Madrid y en 2015 se traslada a Nueva York para continuar sus investigaciones en New York University. Desde 2021 colabora con Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health (Dr Arturo Casadevall y Dr Radames JB Cordero).

Su trabajo se ha expuesto en Casa Elizalde, Fundación Bilbao Arte, Laboral Arte y Creación Industrial, Sant Andreu Contemporani, Matadero Madrid, Sala de Arte Joven, Museo de Artes Decorativas Madrid, Sala Amadís, Apexart, COAM, Centro de Arte de Segovia, Kunstmuseum Liechtenstein.