Mi experiencia en Medialab Prado: de investigar a comprender

Mi experiencia en Medialab Prado

Por Andrea Estankona Loroño

En el año 2014 me incorporé a Medialab Prado, dando inicio a una estancia de investigación vinculada a mi tesis doctoral. Durante un año se convirtió en mi espacio de trabajo, de aprendizaje y, al mismo tiempo, en el lugar de relación, de comunicación, de colaboración y de afectos en una ciudad que no era la mía. Al recordarlo, me doy cuenta de que también fue un lugar privilegiado para vivir el proceso de transformación que estábamos experimentando la ciudad, el propio centro y yo misma.

Investigar, cualquiera que lo haya hecho lo sabe, es muchas veces un trabajo solitario que puede sumergirnos en un campo teórico que tiende a levantar una frontera entre nuestro trabajo y nuestra vida. Por eso, desde el primer momento, integrarme en lo que era en realidad una comunidad de prácticas y sentirme acompañada fue lo que contribuyó de forma decisiva a cambiar mi perspectiva y a redefinir mis prioridades.

Mi tesis partía del convencimiento de la necesidad de un nuevo relato instituyente para el arte y las prácticas culturales. El relato que se proponía era instituyente y no institucional porque se trataba de abrir un proyecto crítico que desde la autoconciencia desbordara el círculo autónomo de la institución arte y del saber experto. No era tanto proponer un modelo como activar un pensamiento tentativo y experimental que identificara su significado social.

En aquel momento que estábamos viviendo, Madrid, quizás más que ninguna otra ciudad, transmitía una vibración de cambio de época y un impulso que desestabilizaba y abría grietas en el hegemónico pensamiento único. La dimensión política se hizo presente afectando a todas las áreas de actividad. Lo social era un término en disputa. La comunidad de Medialab Prado compartía en gran medida el objetivo de mi trabajo explorando, entre otras, las formas de experimentación y aprendizaje colaborativo que habían surgido de las redes digitales mediante el desarrollo de proyectos que intentaban de alguna manera hackear lo institucional y al mismo tiempo lo social.

Hackearlos sería resignificarlos. Era imprescindible encontrar nuevas narrativas y nuevos imaginarios, desde operadores simbólicos alternativos a la monetización de la vida en términos de big data y a las técnicas de manipulación emocional propias de la publicidad y la propaganda. El arte necesitaba crear un nuevo relato instituyente. Desbordando las prácticas culturales asociadas a la economía creativa, este relato no podía nacer desde la impotencia y el miedo. Ni conformarse con ser mercancía estetizada. Ni encerrarse en una defensa ensimismada convirtiéndose en una minoría identitaria, precarizada, autorreferente y cómplice. Necesitaba hacerlo desde la humildad y la responsabilidad de asumir su papel como una de las formas de conocimiento, en permanente diálogo con la filosofía y la ciencia, la naturaleza y la tecnología, reivindicando su papel en el sostenimiento de la vida y en dotar de dignidad, significado y valor a la experiencia humana.

Compartíamos la tarea y también el día a día, y ese compartir, esa comunidad de prácticas, implicaba tener que salir de la relativa comodidad intelectual de la investigadora. Ya no podías aislarte de una realidad cotidiana llena de ansiedades, inseguridades, problemas técnicos, personales, en una continua tensión entre las expectativas y los logros. Pensando y haciendo Medialab Prado, el marco teórico se confrontaba con la realidad, y la realidad ya no era un objeto de investigación, sino que era lo que conformaba la experiencia. Esa dinámica es la que hizo que fuera asumiendo la enseñanza de Hannah Arendt cuando aseguraba que solo podemos pensar rigurosamente desde la experiencia, desde una parcialidad vigilante, manteniendo una actitud atenta y resistente frente a la realidad. En definitiva, solo debíamos intentar comprender, haciendo todo lo posible para que ese comprender sea compartido.

Comprender la realidad que estábamos viviendo excedía el tema de mi tesis y se abría a una visión de contexto más completa y enriquecedora. Vivía en la calle Santa Isabel, en la frontera entre Lavapiés y el Barrio de las Letras, a diez minutos andando hasta Medialab Prado (todo un lujo en distancias madrileñas). Solíamos tomar algo en los bares de los alrededores. Mi jornada transcurría en paralelo a todas las actividades de Medialab Prado, pero puedo decir que nunca aprendí más que en las conversaciones con un café o una cerveza al margen de la programación oficial. Si algo tenía Medialab Prado es que era un lugar de encuentro donde coincidían investigadores internacionales, personas que estaban trabajando en repensar las políticas culturales de la ciudad, grupos que se centraban en problemáticas concretas, activistas, mediadoras, personas que pasaba por allí y se acercaban a preguntar. Hablábamos de feminismos, soberanía digital, activismo político, ecología, prácticas artísticas, futuro, y todo ello sin ninguna rigidez disciplinaria, compartiendo y procurando que nadie se sintiera excluido.

El tiempo fue pasando y pude percibir cómo Medialab Prado perdía cada vez más su carácter de espacio secreto, fuera del radar, que le había permitido afrontar el riesgo de propuestas que rompían con la inercia institucional introduciéndose en lo desconocido y admitiendo el error como parte del aprendizaje. Ese protagonismo de ir convirtiéndose en una referencia producía paradójicamente un cierto grado de contradicción en un proceso de crecimiento que interpelaba y cuestionaba los fundamentos de la propuesta, y ponía de manifiesto la complejidad y la necesidad de mediación, no tanto con los usuarios, sino con el entramado político institucional dependiente del proyecto cultural de las democracias liberales.

En Madrid se vivía cómo el cambio se aceleraba. En muchos lugares se iniciaban debates y alianzas que después darían lugar a los denominados «ayuntamientos del cambio» y, casi simultáneamente, se cerraba el centro social autogestionado Patio Maravillas, matriz de parte de los movimientos sociales de la ciudad.

El año fue pasando con la dialéctica entre el discurso estratégico (diálogo, pensamiento crítico, investigación, producción, visibilización) y lo táctico de las prácticas cotidianas y efectivas, los microprocesos, las prácticas resistentes, clandestinas, informales, que componían la experiencia vivida en Medialab Prado y que constituían los mecanismos fundamentales para poder valorar el conocimiento acumulado.

Para mí, comprender empezó por darme cuenta de que mi experimento de pensamiento tentativo no podía aspirar a finalizar con unas conclusiones que dieran sentido a la investigación, sino que, al contrario, las experiencias vividas, analizadas y pensadas no eran más que provisionales en un continuo proceso de repensar la realidad que vivíamos. Y que en ese proceso de diseñar lo común desde el arte y las prácticas culturales, las experiencias eran, de hecho, el conocimiento. Siguiendo el principio feminista de que lo personal es político, entendí que para un nuevo relato instituyente era necesario analizar cómo se establecían las dinámicas de poder y los marcos normativos que asignaban la capacidad de ser reconocido como un interlocutor autorizado, y que democratizar ese debate era la condición de posibilidad para encontrar significantes vitales compartidos y fabricar futuro.

Ese comprender fue mi experiencia de Medialab Prado, generando un vínculo que, aun desde la distancia, se ha mantenido en el tiempo y que me ha sido muy útil en mi trayectoria posterior, haciendo que aún me sienta partícipe de aquel espacio de trabajo, de aprendizaje, lugar de relación, de comunicación, de colaboración y de afectos, en una ciudad que ya siempre será un poco mía.

Andrea Estankona Loroño es investigadora en prácticas estéticas, activista de un nuevo relato instituyente para el arte contemporáneo y cocomisaria de Bilbao Art District. Es licenciada en Historia del Arte con máster en Investigación en Ciencias Sociales y en Conservación y Exhibición de Arte Contemporáneo.

Puedes descargar más abajo el texto íntegro con notas al pie y la publicación de la que forma parte: Laboratorios ciudadanos. Una aproximación a Medialab Prado.

 

Tipo de post
Blog
Autor
Arancha B