Inteligencia colectiva para la innovación

Interactivas 08

Por Domenico Di Siena

En 2004 llegué a Madrid. Mi intención era quedarme seis meses y acabé quedándome diez años. He tenido la oportunidad de vivir un momento especial, caracterizado por una impresionante ebullición ético-creativa en torno a cuestiones muy importantes para mí, relacionadas con el derecho a la ciudad. Las acampadas del movimiento 15M iniciadas con la ocupación de la Puerta del Sol en mayo de 2011 describen mejor que cualquier otra realidad o acontecimiento la fuerza y la intensidad que caracterizan esta ciudad y que he podido vivir y disfrutar.

Madrid cuenta con un gran número de espacios articuladores de dinámicas que me resultan muy atractivas. He podido acercarme a varios de ellos y colaborar de diferentes formas. Sin embargo, hay uno que a lo largo de los años mantiene para mí su centralidad y relevancia: este es Medialab Prado. Tengo muy claro que su misma existencia ha contribuido a que me quedara tantos años, por su extraordinaria capacidad de atraer, reforzar y promover la cultura de lo abierto y de la colaboración, activando comunidades que destacan por su calidad relacional, social y política. Un contexto que no es tan fácil de encontrar.

Mi crecimiento personal tiene un hilo conductor que conecta directamente con la evolución de Medialab Prado. Me refiero al descubrimiento de formas de institucionalidad alternativas y a mi propia capacidad de agencia. Recientemente me he dado cuenta de que hay algo en mí que sigue buscando constantemente la oportunidad de salir y potenciarse y, a pesar de una cierta tranquilidad e incluso timidez, acaba desplegándose en su forma más potente, sobre todo en los contextos de mayor sociabilidad y colaboración. Resulta que esta es exactamente la esencia de Medialab Prado.

En 2005 visité por primera vez su sede en Conde Duque y me quedé interesado por un proyecto. Contacté por mail al equipo de coordinación, explicando que ese proyecto tenía mucha conexión con mi trabajo de fin de carrera. Me contestó Marcos García, que, ante mi gran sorpresa, además de ponerme en contacto con los autores del proyecto, me propuso volver a visitarlos para que les presentara mi proyecto de investigación. A los pocos días volví para hacerlo. Todo ello era completamente inimaginable y fuera de lo normal para mis estándares de estudiante. No tengo idea de si la presentación fue bien o mal; en ese momento lo más relevante fue haber tenido la oportunidad de mostrar mi trabajo. Pocos meses más tarde me contactó Marcos para proponerme participar en la que fue la primera edición de experimentación de mediadores culturales.

Desde entonces he mantenido siempre un vínculo importante. Me parece muy llamativo y valioso haber podido participar y colaborar asumiendo roles y protagonismos que en la mayoría de los casos no han requerido un marco institucional predefinido. Es lo que podríamos llamar una aproximación extitucional. He sido mediador cultural, he presentado proyectos, he dado y asistido a charlas, he desarrollado proyectos y colaborado con otros, he tenido un proyecto en residencia; propuse y coordiné junto a la Universidad Rey Juan Carlos un seminario denominado Open Madrid.

Ha sido determinante descubrir y experimentar la potencia transformadora de la denominada ética hacker, que es una de las claves de la cultura que se respira en Medialab Prado y que tiene que ver con una propuesta de laboratorio completamente diferente a la que conocemos habitualmente, asociada a las empresas y universidades: un laboratorio donde activar prácticas con enfoque abierto y colectivo, con carácter experimental y con alto valor público.

A través de Medialab Prado he descubierto los mecanismos de coaprendizaje que definen una comunidad de prácticas, algo que sigo aplicando en la mayoría de mis proyectos. Uno de los primeros fue Think Commons: una comunidad de prácticas desarrollada desde el ámbito digital que terminó conectando a personas con intereses y formaciones muy diversas, pero siempre relacionadas con la cultura libre, la cultura colaborativa y los procesos de inteligencia colectiva e innovación cívica.

Si pienso en la evolución de mi imaginario en relación a la producción cultural y sobre los formatos para generar valor y oportunidades, reconozco un recorrido personal que ha tenido muchas etapas con avances muy grandes y con unos cuantos fallos. He tenido momentos de mayor expansión seguidos de otros en los que me he notado más retraído. Diría que Medialab Prado ha vivido algo muy similar, habitando diferentes lugares de la ciudad, expandiéndose y retrayéndose en cuanto a espacio y actividades, pero con la certeza de poder contar con la fuerza de su propia comunidad, siempre muy presente y constructiva.

Medialab Prado es un proyecto, un programa y un espacio en constante evolución y transformación. Hoy lo podemos describir como un laboratorio ciudadano, pero esto es el resultado de años de experimentación y transformación, que han requerido también mucha actitud resiliente para mantener vivos equilibrios complejos entre la demanda de su comunidad y las diferentes realidades políticas e institucionales que han ido mutando con los años.

En este proceso de resiliencia reconozco algunas de mis inquietudes y dificultades personales, relacionadas con la activación de espacios, comunidades y redes. La multiplicación de estímulos, oportunidades y posibilidades, con tensiones hacia direcciones diferentes y a veces contrapuestas, generan ruidos que no es fácil ignorar. Las dinámicas abiertas y colaborativas generan valor y activan procesos que toman su propio camino. Sus protagonistas, sean personas o entidades, se encuentran en la necesidad de tener que adaptarse a caminos en constante mutación. Sin embargo, es esencial no perder de vista cuál ha sido en primera instancia la razón por la que has empezado y sigues participando en ese camino colectivo. Mantener esta claridad de intenciones puede resultar difícil, pero es esencial para evitar la inercia, la dispersión y para seguir siendo capaces de aportar valor para lo colectivo sin olvidar sus propios objetivos.

En 2005 conocí de cerca la activación de las primeras ediciones del programa Interactivos? y otras convocatorias parecidas, como Inclusiva-net o Visualizar, que con los años han conseguido transformar Medialab desde una infraestructura pública enfocada en la promoción de la cultura digital hasta otra donde la cultura digital se ha convertido en una excusa, un contexto para promover la experimentación, la colaboración y la coproducción de cultura y conocimiento con impacto para la ciudad.

Mi relación con Medialab continúa incluso ahora que no vivo en Madrid. En Londres, juntos con otros amigos, me activé para dar vida a la red internacional CivicWise, que conecta a personas interesadas en la inteligencia colectiva y la innovación cívica. Esta red se estructura siguiendo los imaginarios culturales ampliamente promovidos por Medialab Prado y experimentados de primera mano en las prácticas colectivas del movimiento 15M. El nodo de Madrid pudo nacer gracias a una reunión que organizamos en Medialab Prado, que además sigue siendo punto de encuentro para las reuniones de trabajo de este nodo local y lugar de referencia, con toda su carga de innovación cívica, para la comunidad internacional de CivicWise.

En París he pasado un año y medio activando un nuevo espacio de innovación que hemos llamado Volumes y que se estructura en cuatro ejes: el territorio, la fabricación digital, la gastronomía y las nuevas formas de trabajo. En Valencia dediqué otros dos años, junto con el círculo local de CivicWise y otras personas, a la activación del espacio Colector, que entendemos como el primer prototipo de lo que denominamos factoría cívica, es decir, un espacio donde la experimentación y la producción se conectan directamente con los procesos económicos y cívicos de la ciudad, abogando por generar una mayor sinergia entre la Administración pública, la ciudadanía, las empresas privadas y las universidades.

En todos estos proyectos resuena la influencia de lo aprendido y experimentando en Medialab Prado: un lugar, contexto o ambiente donde las personas pueden encontrarse y activar proyectos y acciones colectivas sin necesidad de pertenecer a organizaciones o grupos formales y sin depender de dinámicas basadas en la jerarquía, la especialización o la representatividad.

En definitiva, creo que mi relación con Medialab tiene mucho que ver con mi atracción por aquellas comunidades y proyectos que promueven un ambiente del que puedes formar parte sin la necesidad de que esa pertenencia tenga que estar explícitamente definida por un puesto o la membresía otorgada por una estructura superior o incluso horizontal. Hablo de procesos y dinámicas que nos permiten reconocernos como parte de una comunidad sin la necesidad de una agenda establecida, pero sí de unos marcos éticos y culturales reconocibles y similares.

En 2013 dejé Madrid para mudarme a Lancaster, luego a Mánchester y Londres, para acabar en París y finalmente en Valencia; y ahora mismo escribo desde Buenos Aires. Pese a todos estos movimientos, me sigo sintiendo parte de la comunidad de Medialab Prado. Sigo aportando y sigo recibiendo de las formas más diversas. Las dinámicas de experimentación promovidas por Medialab Prado siguen generando valor para mí, en términos de conocimiento y capital relacional, incluso desde la distancia.

Esto es mi Medialab Prado, y me doy cuenta de que en los últimos años me he dedicado a intentar recrearlo desde puntos de partida distintos y en contextos muy diferentes. Tengo muy claro que, en mi caso, muchos de mis caminos empiezan y terminan en lo que ha generado y sigue generando Medialab Prado.

Domenico Di Siena es diseñador, investigador y consultor enfocado en los comunes, la innovación cívica y la inteligencia colectiva.

Puedes descargar más abajo el texto íntegro con notas al pie y la publicación de la que forma parte: Laboratorios ciudadanos. Una aproximación a Medialab Prado.

Tipo de post
Blog
Autor
Arancha B