Experimentar comunidad y construir comunidades de experimentación. Variaciones en torno a las posibilidades de las bibliotecas para fomentar el (des y re) conocimiento.

Foto personas trabajando en grupo

Por: Daniel Goldin

Quiero comenzar con un agradecimiento y una aclaración.

El agradecimiento es a Marcos García, Director de Medialab Prado.

Conozco a Marcos desde hace muy pocos meses. Llegué a él por recomendación de Javier Pérez Iglesias, un amigo mutuo y un gran bibliotecario, que está aquí presente.

Como el propio Javier y como los mejores bibliotecarios, editores y promotores de lectura que conozco, Marcos es un gran casamentero. No se ofendan: ese oficio, hoy tan desprestigiado, durante siglos cumplió una función social y, me atrevería a decir, también biológica, fundamental: preservar la vida. Los de antaño lo hacían buscando parejas afines para que pudieran procrear. Con los que me he ido topando a lo largo de mi vida preservan la vida de otra manera, enlazando gente para animar la conversación que la celebra.

Muchas gracias Javier por presentarme a Marcos, y muchas gracias Marcos por la invitación.

Espero no ser indiscreto al revelar que esta invitación surgió de manera inesperada, como una reacción a un texto que te compartí. Una respuesta entusiasta y generosa que, sin embargo, resultó también, comprometedora. ¿Cómo, con tan poco tiempo, poder preparar un texto bien cuidado para justificar un viaje trasatlántico?

Marcos me sugirió que no lo hiciera. Que fuera conversando con ustedes a partir de lo que ya he pensado o escrito en textos anteriores. Pero yo, como buen judío, me sentiría culpable. Sentiría que estoy cometiendo un fraude.

 

¿Hablada o escrita?

Por lo demás, yo siempre tengo una suerte de ambivalencia con las conferencias, ¿Deben ser leídas o habladas?

Las dos modalidades tienen sus ventajas. Las dos sus problemas. Si durante meses preparas un texto imaginando un público y rumiando lo que tienes ganas de decirle, puede acontecer que cuando llegue el día, el auditorio no tenga nada que ver con el escenario imaginado. Lo que querías decir haya dejado de parecerte importarte. Tú ya seas otro, ante público más o menos exigente, y estés ahí, poniéndole voz a un texto, como una marioneta manejada por un ventrílocuo. Un fraude.

Por el contrario, si optas por hablar e improvisar, y te preparas largamente para dar una conferencia (pues la improvisación también se ensaya) buscando aprovechar la circunstancia precisa para decir algo valioso en ese momento, puede acontecer que cinco minutos antes de la conferencia te enfades…o que en la noche anterior tengas pesadillas y despiertes mufado, y se pudrió todo. ¿Para eso viajaste? ¿Para decir chorradas? Otra manera de generar un fraude.

No es así como se debe responder a un público que dejó lo que tenía que hacer para venir a escucharte.

Me he entretenido en el dilema de leer o improvisar una conferencia porque, en el fondo, representa una disyuntiva entre dos lógicas -la del nómada cazador-recolector y la del agricultor sedentario- que, como, intentaré plantear al final de la conferencia, tienen una profunda actualidad. No es sólo una digresión.

En cualquier caso quería decirles que escribí este texto con la alegría que me dió comprobar que en este mundo tan ruidoso si redactas un texto con cuidado, las palabras todavía pueden tener efectos cuando del otro lado hay una escucha atenta como la de Marcos. Por eso redacto ésta, para poder dejar un texto, que ustedes después rumien y enriquezcan a su libre antojo.

Confío en que ya habrá tiempo para improvisar y construir pensamiento en charlas espontáneas durante estos tres días en los que permaneceré en esta ciudad helada. Pues vine también a eso, a escucharlos y conversar. A intervenir en sus conversaciones, si me dejan.

Ahora, después del agradecimiento, doy lugar a la aclaración.

Si por experto se entiende a una persona con preparación académica que domina un campo de conocimiento, y, como dicen por ahí, tiene la última palabra, debo reconocer que yo no soy en absoluto un experto en bibliotecas, ni en LIJ, promoción lectora, ni en nada.

Todo lo que he hecho en mi vida profesional, como editor, gestor o promotor cultural, ha sido porque soy curioso. Un autodidacta que se ha entretenido haciendo experimentos y analizando experiencias, propias y ajenas.

En el campo específico de las bibliotecas, más allá de ser un usuario muy esporádico de algunas, mi experiencia se limita a los 5 años y 50 semanas en que fui director de la Biblioteca Vasconcelos. Una enorme biblioteca pública en la Ciudad de México, que, desde su inauguración en 2006 ha tenido un sino por demás accidentado. Aunque estuvo casi 20 meses cerrada, en sus seis primeros directores tuvo cinco directores. Y, desde el momento en que renuncié, ya dos personas han ocupado ese puesto.

Pero durante ese periodo febril en que estuvo a mi cargo el elefante blanco se convirtió en un gran laboratorio para explorar lo posible, a partir de la escucha y de la conversación. Por eso, la afinidad fundamental con la vocación de Medialab convocar a los diversos, estimular la conversación y construir pensamiento juntos.

Me encantó leer la convocatoria a estas jornadas con un perfil de invitado amplísimo en el que, además, se hace la aclaración que se podría también aceptar a personas que no lo cumplan…

 

Hablar y glosar

Aclarado lo anterior comienzo mi charla que es, en realidad, una suerte de glosa del título que me obligué a poner para evitar el vértigo que me dio cuando leí la manera en que se estaba anunciando este evento, con un muy abstracto “Conferencia inaugural.” Para no marearme me sentí obligado a acotar y a buscar un título algo más sugerente. Uno que me permitiera regresar temas que me obseden y pensar algo nuevo, algo que tampoco yo hubiera escuchado previamente. Vaya, intentar sorprenderme.

El título que pergeñé en unos minutos fue este: “Experimentar comunidad y construir comunidades de experimentación. Variaciones en torno a las posibilidades de las bibliotecas para fomentar el (des y re) conocimiento.”

El escucha avezado habrá notado que tanto en el título como en el subtítulo hay una suerte de provocación con las ideas habituales que el común de los mortales tiene acerca de las bibliotecas: espacios silenciosos, en los que se refugian a leer, estudiar o trabajar seres más bien solitarios, espacios que tienen por función preservar y poner a disposición el conocimiento acumulado en los libros.

Ahora voy a tratar de desglosarlos. Voy a ir por partes, como dicen que decía. Jack el destripador

 

Experimentar comunidad.

¿Que comunidad se puede experimentar en un recinto como los que describí? O, incluso, en otros que también son bibliotecas públicas, pues debo reconocer que soy consciente que es más que probable que las bibliotecas en las que ustedes laboran disten mucho de ser como esos recintos silenciosos que acogen a seres solitarios.

Tampoco me parecería mal que lo fuesen. Por el contrario, me encantaría que en esta sala también estuviera al menos uno de esos bibliotecarios antigüitos que preservan una función esencial de las bibliotecas, apartarse, del mundanal ruido, como se decía antaño, cuando por cierto, había menos del que hoy nos aturde. Todas, o casi todas, las modalidades de las biblioteca públicas son valiosas.

De hecho ¿qué son hoy en día las bibliotecas públicas?

Si le pidiéramos a diferentes periodistas de todo el orbe que investiguen qué son y que hacen los espacios que se autonombran asi, nos encontraríamos con una enumeración paradojal:

Lugares tan tranquilos en los que no se asoma ni una mosca, o bien plazas cuasi circenses que reciben a miles de usuarios al día.

Lugares para trabajar, en los que, sin embargo, no pocas veces que bailan niños, jóvenes y ancianos.

Lugares en los que hacen su tareas estudiantes de secundaria, flirtean adolescentes y gatean bebés de pocos meses. Donde duermen vagabundos y tejen abuelas (y también abuelos que han aprovechado la luchas feministas para sacar las agujas y ponerse a tejer sin culpa). Centros en los que aprenden computación adultos sin escolaridad y escuchan nanas y reciben masajes bebés. Se besan homosexuales y lesbianas y estudian curas. Jóvenes y adultos imprimen en tercera dimensión y otros ensayan caligrafía. Pasan películas. Se ejecutan conciertos. Vaya, incluso habría alguno que hablaría de espacios de espacios sin libros, o espacios sin espacio, sólo virtuales.

Toda persona que se ha dado un par de vueltas por las bibliotecas públicas de España, sabe que esta enumeración alude a espacios y usos reales, por mucho que parezcan contradictorios.

Lo curioso es que pese a su enorme diversidad, nadie confundiría una biblioteca con una casa de cultura, una filmoteca, un museo, una sala de baile, un lugar de conciertos o una escuela arte, ciencias o de computación. Vaya, ni con un Medialab.

 

La singularidad de la biblioteca como un problema.

¿Qué es pues lo que diferencia a una biblioteca pública?

Ojo, no estoy preguntando que debería diferenciarlas o cómo deberían ser. Tal vez llegaremos a ello más adelante. Ahora sólo intento algo mucho más modesto e infinitamente más complicado que definir el deber ser. Simple y llanamente, entender lo que son.

Para ello debemos hallar si hay algo común en todas esas bibliotecas. ¿Qué las distingue? En lo que son y en lo que proponen.

No es en absoluto un asunto trivial preguntarse qué es lo esencial o lo determinante, de una institución cualquiera, como los hospitales, las escuelas, las familias y, en nuestro caso, las bibliotecas. Interrogarse eso nos puede meter en problemas difíciles de sortear. Pero vale la pena hacerlo. Cuando lo haces descubres que nunca te has detenido a pensar lo más cercano. Que has vivido creyendo que usas las palabras para pensar, mientras que, en realidad, ellas piensan por tí y limitan tu horizonte.

Por eso es aconsejable sacudirlas. Sacarles el polvo es una actividad obligada si aspiramos a convertir a nuestros espacios en lugares de producción de pensamiento.

Para pensar que son las bibliotecas podemos acudir a la etimología La palabra biblioteca proviene del latín bibliothēca, que a su vez deriva del griego βιβλιοθήκη (bibliothēke), la cual está compuesta por βιβλίον ('biblíon', 'libro') y θήκη ('théke', 'armario, caja'); es decir, se refería al lugar donde se guardaban los libros. A su vez la etimología de libro proviene del latín liber, que significaba ‘parte interior de la corteza de los árboles’. 1

Pero temo que no sea suficiente para explicar nuestra singularidad.

Podemos entonces acudir al análisis de los datos que consideremos pertinentes. En la tradición bibliotecaria se privilegia aquellos aspectos de las gestión que entran en los catálogos de obras o de servicios: lo catalogable: obras, servicios, actividades e, incluso, los usuarios. Las infinitas mezclas entre estos con sus (casi) infinitos matices. Las obras con temas, autores, nacionalidades, y otros datos. Los usuarios y las maneras que tengamos de subdividirlos. Los servicios ….

El análisis de esos datos nos puede proveer información y debe alimentar la reflexión, pero más allá de registrar e interpretar la combinatoria de observables, me parece que debemos detenernos a pensar en los modos de observación, y, sobre todo, analizar la experiencias que ahí tenemos.

Lo que registras como la experiencia bibliotecaria es diferente si haces un recorte temporal limitado al momento o a un periodo de, por ejemplo, a una jornada o una temporada más larga.

El valor de la biblioteca, su singularidad frente a otras instituciones culturales o educativas, comienza a emerger al prestarle atención a la dimensión temporal en la que la experiencia bibliotecaria se relata. Por eso, más que una foto fija, es preciso acudir al cine, y, puestos a hablar de cine, mejor que sea cine sonoro ya que una cosa es lo que vemos y otra lo que escuchamos. De hecho, lo que vemos tiene un significado muy distinto de acuerdo con lo que escuchamos..

Insisto, al prestar atención a los usuarios, descubres que justamente eso que sucede en el tiempo es lo que resulta más determinante. Que las bibliotecas son la única institución cultural o educativa a la que puedes acudir, para motivos muy diversos, desde que estás en el vientre materno, hasta la vejez. Y que siempre están ahí, como una invitación a una ampliación de tu existencia.

De muchas formas las biblioteca son lugares que acogen lo diverso, para diversos propósitos. Espacios en los que se registran intercambios y transformaciones. Espacios que posibilitan el acceso a otros espacios. A los que puedes acudir varias veces al día, la semana o el mes para estar, hacer, o no hacer nada. Espacios de recurrencias.

 

La biblioteca desde una perspectiva procesual

Analizada desde la perspectiva integradora de la experiencia la recurrencia explica la dimensión procesual que pueden asumir las bibliotecas.

Como etnógrafo amateur que soy, en mis primeras semanas al frente de la biblioteca Vasconcelos, cuando aún podía interrogar a los usuarios sin que ellos supieran que era el director, varias mañanas les pregunté a si ellos dejarían de acudir a la biblioteca si nosotros le hiciéramos llegar los libros a sus hogares. Nadie habría aceptado semejante trato.

Años después la poeta e investigador Teresa López Avedoy preguntó a los usuarios que de no haber ido ese día a la biblioteca, en qué otro lugar estarían haciendo esas actividades. 2

Generalmente los usuarios respondían que de no haber acudido a la biblioteca, no estarían haciendo lo que estaban haciendo. “En casa, estaría durmiendo o haciendo nada.”

La biblioteca pues no era un espacio alternativo para realizar actividades predeterminadas, sino un propiciador de otras maneras de usar su tiempo.

¿Cómo explicar la preferencia por acudir a un espacio que en promedio tomaba más de una hora de ida y otra de regreso?

No hay solo una respuesta. Pero todas suponen un contraste entre el espacio del que se viene y el que brinda la biblioteca. Algunos investigadores aluden a eso cuando hablan del tercer espacio. Pero la cosa no es tan sencilla como determinar la naturaleza de un espacio.

¿Cuándo comienza y cuándo acaba la experiencia bibliotecaria? Para no pocos usuarios comenzaba al salir de casa. ¿Cuándo se cerraba?

Al escuchar a los usuarios comprendí que una persona acude a una biblioteca a buscar comunidad, incluso cuando se desea estar solo. Pues ahí se está solo de una manera diferente. Solo como no puede estar en su casa.

En efecto, a la biblioteca también acuden personas que viven en soledad, igual que los que la requieren porque en sus hogares no se pueden disfrutar de un espacio para gozarla, y también lo que no tienen hogar. Todos acuden a buscar algo que no es ruido ni silencio, sino la música que porta la promesa de algo que está distante y desde la distancia llama.

Esa comunidad a la que se aspira y que a veces se alcanza en la biblioteca se propicia con el arte de la hospitalidad. el deber primordial de las bibliotecas. Lugares de refugio universal. Espacios hospitalarios en múltiples sentidos. Vean lo que pasa en EUA, en Europa, Asia y América Latina.

En diferentes partes del orbe, de una manera constante y sostenida, las bibliotecas públicas suelen acoger a todos: niños, jóvenes, adultos, ancianos. También a los sin hogar, que son las personas que mejor encarnan la condición humana, como comprendió Becket. En ella se les permite trabajar, estudiar, acceder a las computadoras y los libros. También cuestiones tan básicas e importantes como dormir, mear y cagar o, simplemente estar, sin que nadie les moleste.

No es poco.

Habla muy mal de nuestra civilización el hecho de que haya tan pocos espacios garantes universales de eso. En la mayor parte de los países no lo son ni siquiera los parques ni las plazas. De ahí se les echan.

En las bibliotecas se brinda a cada quien la oportunidad de ser y estar seas quien seas. De ser como eres y, también, de ser diferentes. Construir comunidad es eso.

De entre los muchos mensajes y testimonios que recibí a mi salida de la Vasconcelos valor especialmente uno. Copio tal cual un fragmento.

 

 

Joe Henry Enci

lun., 11 mar. 13:42

sr director debo decirle que yo habia considerado mi vida terminada en muchos sentidos cuando llegue por casualidad y recomendacion de algunos compañeros a este lugar.

Pronto me encontre evaluando cursos que tomar y actividades multiples en las que participe cada vez con mayor fervor y finalmente el año pasado ya estaba tomando casi todos los cursos en una aceleracion de temas cada vez mas interesantes y de elevado nivel cultural y laboral tome casi todo literatura talleres para escritores actores y de danza que ni siquiera habia soñado le darian un vuelco a mi vida que fue cada vez mas claro yo tenia que producir arte y su usted nos daba mas material para llevar esos sueños a la realidad.

 

Su testimonio es revelador de las transformaciones posibles que propicia el más antiguo arte, la hospitalidad, y la más antigua práctica cultural: la conversación.

Cuando lo comprendes, te aproximas a la biblioteca de otra forma. La encaras como si fuese un jardín. Un jardín de senderos de senderos de serendipia, así la llamé alguna vez. Eso es una biblioteca, un jardín hospitalario con múltiples senderos que se bifurcan.

Uno va en busca de algo y encuentra otra cosa. Uno va en busca de algo, de una respuesta, por ejemplo, y con nuevas preguntas se encuentra. En busca de sosiego va y lo asalta un deseo. O, al revés, va a trabajar y lo asalta una feroz necesidad de sosiego que realiza haciendo nada, pues también eso se vale en esos espacios donde (casi) todo se vale y vale.

Uno va en busca de algo y se encuentra con alguien desconocido. Ese desconocido es uno mismo, alguien que se forjó a través del diálogo de uno con otros. Presentes o ausentes. Sé bien que todo esto suena muy poético. Una fantasía más de esas que se suelen mencionar en los congresos, literatura y lectura y todas esas cosas. Pero ustedes pueden comprobar que son el registro de testimonios reales. 3

Ese alguien es una primera comunidad. Un ser por fin capaz de dialogar consigo mismo. Esa primera comunidad es mutable y contingente, como de hecho lo son todas. A veces se amplía y entra en comunión con otros, en otras se reduce, y se siente aislado. Pero temo que no era de esa comunidad de la que me pidió que hablara Marcos, cuando me recordó que el propósito de estas jornadas es hacer de las bibliotecas verdaderas comunidades de experimentación.

Lo tuve claro, Marcos. Pero me pareció indispensable antes ubicar en el centro a la experiencia como la categoría para constituir las comunidades de experimentación.

 

Construir comunidades de experimentación como una forma de leer y escribir comunidades públicas que integren lo privado lo público y lo más íntimo

Hay muchas formas para hacer de las bibliotecas una comunidad de experimentación. Lo esencial es la habilitación de un espacio para la conversación y el análisis en el interior del grupo de bibliotecarios. Mientras más plural sea el grupo tanto desde la perspectiva horizontal (diversidad de saberes y oficios) como vertical (diversidad de jerarquías y grados de conocimiento), más fértil será la conversación.

Hace pocos días estuve platicando con una amiga de la biblioteca Nacional de Francia. Ella constituyó ahí un pequeño grupo para hacer experimentos y construir conocimiento. El grupo se conformó por voluntarios de diferentes departamentos, interesados todos en transformar la biblioteca para hacerla más cercana para los usuarios, habituales y también para los otros, a los otros que no saben e incluso temen entrar y si entran no preguntan.

Este grupo se ha propuesto mirar la biblioteca como si fuese un territorio desconocido. La institución les reconoce 20 o 30% de su tiempo laboral para realizar estas tareas. Al asumir la mirada del lego, los participantes de este ejercicio han descubierto que lo que siempre habían dado por obvio en realidad es cuestionable. No me estoy refiriendo a cosas sofisticadas, como los sistemas de catalogación que establecen unas muy discutibles fronteras entre ficción y no ficción y por disciplinas. Fronteras que no rigen la mayor parte de las bibliotecas personales de los usuarios, ni de los propios bibliotecarios, por cierto. Me refiero a cosas mucho más básicas. Por ejemplo, la entrada de la biblioteca.

¿De qué manera una institución se presenta en el momento en que se ingresa a ella? ¿Cómo debería hacerlo para ser más accesible?

Es posible instalar un letrero enorme, un plano, una casilla de orientación, unas pantalla o repartir folletos que describan espacios y servicios y establecer una estación de orientación en la que bibliotecarios respondan. Pronto entendieron que muchos usuarios no saben lo que están buscando. Y, si lo saben, no conocen que otras cosas podrían buscar. En más de una ocasión esas resultan ser las más valoradas.

Lo importante de este ejercicio fue abrir un espacio para interrogarse a partir de la observación y la consulta a los usuarios. Y hacerlo de manera colectiva en un grupo plural. Ahí hay un claro ejemplo de cómo se puede constituir una comunidad de experimentación que tiene su origen en la valoración de la experiencia de los usuarios.

Sin embargo, es factible que este trabajo no tenga repercusiones mayores, que se convierta en una medida cosmética. Cuando le pregunté a mi amiga cómo sabían si habían llegado a la información pertinente, me respondió que que lo sabían porque habían alcanzado los resultados buscados. Pero, en verdad ¿cuáles son los resultados buscados? ¿Siempre sabemos lo que queremos alcanzar?

Creo que es importante detenernos un poco en esto y hacer una cuantas reflexiones. De entrada, que una dinámica como la propuesta es valiosa porque parte de situaciones concretas, que pueden ayudar a construir soluciones u opciones igualmente concretas. Esa traducción es en sí misma estimulante para el pensamiento, la discusión y el análisis.

Pero es preciso asumirla como una forma de operar cotidiana. Incluso con problemas menos concretos. Los hallazgos, son tan valiosos como los fracasos: “Hemos intentado enfrentar esto. Pensamos que esto nos iba a ayudar a responder, pero nos dimos de cuenta de que no, por tales y tales razones.“

Prácticamente cualquier biblioteca pública está sostenida por dinero público. Por tanto, los que trabajamos en ella debemos rendir cuentas públicamente. No sólo demostrando cómo gastamos, sino al buscar la manera de tener una mayor utilidad pública. Eso supone propiciar una discusión abierta, alimentada con información clara y fidedigna, que puede ser leída y analizada de muchas formas, y con argumentos.

En otras palabras, la constitución de un comunidad de experimentación es herramienta, pero también un mensaje (el pensamiento se construye colectivamente, está abierto, tiene utilidad práctica, incide en la realidad) y una forma de realización del mensaje.

Es preciso partir de que no hay nada obvio, que no hay tema que no pueda discutirse, y nada que no pueda transformarse, aun lo más básico.

En cada segmento del quehacer producimos información que ofrece oportunidades de replantear el funcionamiento bibliotecario. En la Vasconcelos creamos un sistema un sistema de información que vinculaba la información de cuatro fuentes. Las credenciales (con información básica sobre los usuarios: edad, sexo, localización geográfica que puede proveer datos sociológicos), el catálogo de obras (con sus múltiples etiquetas), los préstamos (de obras, computadoras, u otros instrumentos) y las actividades (talleres, círculos de lectura, cursos) que realizamos. Por eso intentamos que el mayor número de actividades y servicios requirieran la credencial. Desgraciadamente no logramos encontrar el modo de allegarnos información sobre los usuarios que asistían a conciertos, películos o conferencias pues nos pareció importante no solicitar credenciales para ello. Pero seguramente se puede encontrar el modo de garantizar ambas cosas.

Fue un trabajo muy complejo porque lo hicimos casi sin recursos, con un equipo muy reducido de informáticos apasionados. Hubo que vencer desde luego muchas resistencias. Muchos de los bibliotecarios prefieren no investigar, guiarse por el conocimiento empírico.

Desde luego, por muy sofisticado y bien instrumentado que sea, un sistema así no da respuestas definitivas. Aporta información para entender lo que estábamos haciendo o posibilitando. Responde preguntas básicas como ¿qué relación tiene una actividad con un préstamo? ¿Hay constantes etarias, de género, etc. en la utilización de ciertas obras? Pero las posibilidades de hacer inteligible una multiplicidad acontecimientos aparentemente inconexos o de comprobar la veracidad de hipótesis, casi son infinitas. Y se multiplican si realizamos cortes comparativos: ¿Qué aconteció hace 5 años y qué ocurre ahora?

Obviamente cada hallazgo nos despertaba nuevas preguntas, que a su vez generarían otras. Muchas de ellas sólo se pueden abordar tomando en consideración otro tipo de investigación, esa que los antropólogos llaman investigación cualitativa, generada a partir de entrevistas. Pues el centro del conocimiento bibliotecario debe ser la experiencia. Prestar atención a las experiencias de los lectores, interrogarlas con datos, te permite tener una perspectiva integral de la biblioteca. 4

Nos propusimos discutirlas públicamente, mezclando información cuanti y cualitativa. Nos parecía incongruente que una institución dedicada a preservar y difundir el conocimiento y la información no promueva el autoconocimiento y genere información sobre su funcionamiento. Desgraciadamente no es muy frecuente encontrar bibliotecas que destinan tiempo y recursos para hacerlo. No pocas prefieren trabajar con supuestos. Y aducen que no tienen recursos, que hay demasiado trabajo, que los horarios son limitado, que ya vendría bien, pero… En realidad es todo lo contrario. Un sistema así no sólo permite entender lo que se está haciendo. También nos permite orientar el gasto, darle mayor redituabilidad pública. Pero no quiero que se convierta en una herramienta utilitaria.

Las bibliotecas son importantes porque preservan un lugar para la palabra, para la escucha, el diálogo y la conversación. Una biblioteca que que no acepta leerse, una biblioteca pública que no promueve el conocimiento público sobre sí misma, de alguna forma está asumiendo una claudicación a su deber esencial.

Implícita y explícitamente señala que el conocimiento no vale. ¿Es eso lo que queremos decir en este tiempo en la que tantos poderes se encargan de señalar que pensar, estudiar y conversar carece de sentido?

Con esa pregunta provocadora me toca ahora comenzar cerrar esta charla. Lo voy a hacer con una suerte de glosa del subtítulo: “Variaciones en torno a las posibilidades de las bibliotecas para fomentar el (des y re) conocimiento.”

 

Una esperanza débil o el elogio de la espera.

Comienzo con el concepto variaciones.

En el sentido musical del término Variaciones. Se trata de una composición caracterizada por contener un tema que se imita en otros subtemas con un mismo patrón armónico. Cada parte se asocia otra de la que difiere por los patrones melódicos y el tempo de cada variación.

En esta tarde gris de un invierno adelantado; en esta temporada (por llamar de una forma a los años más recientes) en el que los anhelos de progreso se desmoronan y vemos mutaciones de sueños en pesadilla y el muy probable retorno de las más horribles pesadillas, esas que nuestros padres afirmaron que nunca se repetirían, ustedes aquí y yo en mi propio país; debo reconocer que el género de las variaciones puede resultar chocante para abordar el valor bibliotecas públicas. Un ejercicio, sin la contundencia de un concierto o de una sinfonía.

Las variaciones sugieren otra forma de acercarse a la temporalidad

menos radical e irruptiva. Asumen una derrota esencial y, de manera esencial, una manera de habitar la recurrencia. De encarar al tiempo de otra forma, Un horizonte de libertad en los matices. Un horizonte que asume la imposibilidad de los anhelos más profundos que orientaron la creación de la palabra escrita: salvar a la muerte.

Salvar a la muerte, es decir al sinsentido, asumiendo la muerte, es decir las transformaciones del sentido.

Particularmente en Occidente, a los seres humanos nos cuesta trabajo asumir las cosas procesualmente, tal vez porque los procesos nos revelan nuestro destino perentorio: la muerte.

Para evitarla o vencerla, entre muchas otras cosas, inventamos las palabras escritas. Las palabras escritas nos permiten efectivamente hacernos presentes en el tiempo y en el espacio. Pero las palabras escritas siempre van mudando su mensaje. No guardan un sentido único: lo descubren en el momento en el que alguien las despierta. En cada momento en que uno lee, producen otro. Nuevo. Inédito. Traen un mensaje de lontananza, especial para ese momento. O no tienen ninguno.

 

 

 

Elegí intentar leer esta revisión o, corrijo, re audición de las biblioteca a partir de una palabra muy cara a la misión de las bibliotecas la palabra conocimiento. Una frase que dicen que dijo Sócrates: “El conocimiento os hará libres.”

Entre nosotros solemos asociar conocimiento con el pensamiento esa actividad intelectual que a su vez asociamos con la escultura de Rodin. Un hombre con el mentón apoyado en el brazo.

Georges Didi-Huberman propone concebir a la biblioteca como "un dispositivo para generar ideas (...) una máquina para inventar conocimiento", en la que la libertad consiste en "pasar de un libro a otro". Es una visión muy ilustrada de la biblioteca,

Como buen francés hijo del pensamiento ilustrado este pensador nos propone una idea que me entusiasma y al mismo tiempo, me aparta.Esa visión ilustrada, fervorosa del progreso, nos trajo los ideales de la ilustración a las bibliotecas públicas, pero también ha sembrado cementerios.

Yo propondría otra, un poco más amplia: la biblioteca pública es un dispositivo que permite construir sentido de manera universal, es decir abierto a todos.

Construir sentido es algo más amplio y profundo que producir pensamiento o saberes. Supone procesos que no son sólo intelectuales. Supone dimensiones emocionales, psicológicas, e incluso físicas. Son intra e intersubjetivas. ¿Cómo llegar a construir sentido sin palabras?

Tal vez sea preciso hacer una limpieza, sacudir las palabras si no queremos ser prisioneros de ellas. Dejar que resuenen.

Cuando comencé a redactar esta conferencia recordé que en la tradición bíblica se utiliza también para hablar del amor carnal:

Génesis

4:1 1 Conoció el hombre a Eva, su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: «He adquirido un varón con el favor de Yahveh.»

No está mal reconocerse en Caín. Particularmente hoy que todos quieren ser Abel, el bueno de la película, el mártir. Claro, nadie quiere morirse como él sino vivir de los réditos de sentirse buenos y víctimas.

No está mal asumir que, querámoslo o no, todos somos también asesinos. Todos, también los bibliotecarios, los editores, y los escritores. Alfabetizados evangelizadores que practicamos el monoteísmo y asumimos el monopolio de la razón, como buenos monos. Mientras, permitimos que se talen bosques y más bosques, para hacer libros, que en su origen, no lo olvidemos, fueron biblos, es decir cortezas de árboles.

¿Es que la cosa debe ser así? Propagar la creación de lectores e ir dejando estelas de desiertos en los bosques que talamos. Más aún, es en verdad cierto que los libros que nos harán libres, como solemos repetir una y otra vez?

No lo creo.

Tal vez sea mejor apostar por la palabra, pero no a la manera del gran señor que habla desde las alturas y hace retumbar su voz. El dios omnipotente que habla y crea el mundo. No por esa palabra, sino por la que supone que lo primero no fue el verbo sino la escucha.

Por eso conocer es reconocer y desconocerse.

¿Qué valor puede tener la palabra si no hay silencio y escucha?

¿Cuál es el valor de publicar libros y formar lectores cuando el peso de las palabras, los datos y las ideas parece diluirse?

Y, si hablar o no hablar no establece una diferencia, ¿para qué todo?

En una época tan compleja como la nuestra las bibliotecas no pueden plegarse a tonterías como formar lectores, ni repetir quejas de que antes se leía más. Es preciso algo más simple y comprometedor, habilitar a la biblioteca como un espacio de escucha. Un espacio que permita un conocimiento que no escinda al cuerpo del espíritu, lo subjetivo, lo intersubjetivo, y lo que aspira, sólo eso, aspira a ser objetivo.

Al poner en el centro la experiencia antinomias como cuerpo y espíritu, oralidad y escritura, autor y receptor, lo público y lo privado o el uno y el otro, adquieren un sentido dinámico. ¿Hay una institución más potente para alentar ese potencial procesual? No lo creo, una biblioteca que publica estas discusiones amplía el espacio público y permite entrar en él dimensiones privadas e íntimas.

 

Variaciones sin fuga

Ha llegado la hora de retomar esa digresión acerca de la improvisación de la que había hablado, ¿se acuerdan? La de improvisar o leer una conferencia.

Hay muchas maneras de interpretar esa disyuntiva. Por ejemplo, el que improvisa cogiendo de aquí y allá sus alientos es el nómade cazador y recolector, mientras que el otro, el que escribe, es el agricultor que quiere controlar lo que produce. El primero está dispuesto a pasar hambres con tal de respetar al entorno y la convivencialidad. El otro tal vez las pase pues no controla la lluvia ni las plagas, pero acumula y construye. Nada tan sólido que resista a todo. Pero en eso sueña.

Había comentado que se trataba de un dilema de actualidad. De nuestra actualidad particular pues alude a las opciones que tenemos todos los que hemos hecho de la cercanía con los libros y la lectura nuestra forma de participar en el mundo y de crearlo. Y nos sugiere una manera de mirar de una manera crítica los que hemos apostado por el progreso universal y la formación de lectores. En esa camarilla estamos todos nosotros, los que a menudo hemos despreciado a la tradición oral (aunque promovamos que se cuenten cuentos) con frecuencia atribuimos poderes mágicos a la palabra escrita.

Tal vez ha llegado el momento de apostar por otra manera de ver continuidades y rupturas.

Nuestro presente tan terrible también nos ofrece oportunidades inéditas para pensar y habitar el mundo. Para establecer continuidades en donde antes se veían compartimentos estancos y el dominio de un pensamiento único, se puede abrir oportunidades de otro presente. Múltiple. Diverso. Ligero. Pleno de paradojas irresolubles y, sin embargo, ligero y festivo.

A eso apunta esa mirada que invita a mirar en solución de continuidad conocimiento, desconocimiento y reconocimiento.

A mirar al pasado y el futuro de otra forma. A mirar al pasado para actualizar el conocimiento de otros, de los vencidos. No para entristecernos ni para entonar lamentos. No para plegarnos a la nostalgia. Menos aún para empequeñecernos con el miedo y el terror.

Hace unos días un amigo me hablo de un libro que aún no he leído. Se trataba de la historia de Norteamérica narrada por los indios, por los nativos.5 Otra visión de una patria: como una matria enorme, llena de bisontes, pero sin locomotoras. Para ellos el nómade no era un tunante que va por la naturaleza y encuentra su alimento. Sino una persona que conversa con su entorno. Que distingue lo que sabe y lo que ignora. Que sabe que él no puede controlar pero si invitar y propiciar. Ese recolector sabe que él puede invitar a la presa que que quiere enfrentar y, al vencerla, le dará alimento, de la misma manera que sabe que algún día le tocará a él convertirse en alimento para la tierra y los gusanos, hasta convertirse en polvo, que, como dijo Quevedo, polvo seremos, pero polvo que sepa nadar el agua fría y alimentar la llama que nos llama en lontananza. Una forma de eternidad. Pequeñita, pero serena. Con ella me basta.

Muchas gracias por su escucha.

México-Madrid, noviembre 2019

1 V. https://es.wikipedia.org/wiki/Biblioteca

2 Enlisto aquí algunas tesis que se realizaron antes y después de nuestra gestión. La más relevante para nosotros fue sin duda la de Teresa López Avedoy, a quien debo este listado por cierto:

  1. Cultura urbana en la Ciudad de México : integración de la Biblioteca Vasconcelos en la zona de Buena Vista. Tapia Curiel, Jahir Ernesto, autor ; Tesis (Licenciado en Arquitectura)-- Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Arquitectura, 2004, 192 p.

  2. La construcción mediática de lo arquitectónico. Análisis de los mecanismos de mistificación arquitectónica en los medios masivos de estudio. Caso de estudio: La Biblioteca Vasconcelos. Baltierra Magaña, Adrián, autor. ; Hierro Gómez, Miguel, director de tesis ; de Gortari Rabiela, Hira, lector de tesis ; Krieger, Peter, lector de tesis. Tesis (Doctor en Arquitectura)-- Universidad Nacional Autónoma de México, Programa de Maestría y Doctorado en Arquitectura, 2011, 492 p.​

  3. Inclusión de la cultura pop adolescente en la promoción de la biblioteca pública : el caso de la Biblioteca Vasconcelos. López Rocha, Omar Daniel, autor. ; Bocanegra Esqueda, Tomás, director de tesis ; Cid Carmona, Víctor Julián, lector de tesis ; Ortíz Gómez, Octavio, lector de tesis ; Tesis (Maestro en Bibliotecología)--El Colegio de México, Biblioteca Daniel Cosío Villegas, 2012 xvi, 184 h.​

  4. El área de circulación de la Biblioteca Vasconcelos durante el período 2008- 2010: diagnóstico. Macedo Odilón, María del Carmen, autora ; Escalona Ríos, Lina, asesora de tesis; Tesis (Licenciada en Bibliotecología y estudios de la información)-- Universidad Nacional Autónoma de México. Facultad de Filosofía y Letras entidad participante., 2012, 103 p.

 

3 Del lugar público al espacio íntimo: Imágenes y experiencias en el espacio público. La Biblioteca Vasconcelos como caso de estudio. López Avedoy, Teresa, autora ; Salaberria Lizarazu, Ramón ; Sousa González, Eduardo ; Duering Cufré, Emiliano, codirectores. Doctora en filosofía con orientación en arquitectura y asuntos urbanos, Universidad Autónoma de Nuevo León, Facultad de Arquitectura. División de estudios de posgrado, 2016 xvi, 539 p.

4 Con este propósito creamos tres micrositios:

 

5 Roxanne Dunbar- Ortiz, An indigenous Peoples History of the United States, Beacon Press, 2019.

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Anónimo
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