El laboratorio ciudadano como metodología de aprendizaje

Agrolab

Por Carmen Haro

Llegué a Medialab Prado cuando en Madrid nos estábamos preparando, sin saberlo, para cambiarlo todo. Era 2009 y estaba terminando de estudiar periodismo, llevaba varios años participando en medios comunitarios y orientando todo mi entusiasmo hacia la acción social. Un día un amigo me invitó a escuchar cómo contaba su proyecto en un Viernes OpenLab. Me sorprendió encontrar a un grupo de personas reunidas principalmente por el placer del encuentro, de compartir intereses y visiones. A partir de ahí, me enganché a esas sesiones, en las que siempre se conocía a gente muy divertida y donde las cervezas de después circulaban entre conversaciones sobre cómo el arte y la tecnología podían transformar la realidad.

Un año después, mi tiempo se repartía entre la tesis doctoral, el grupo motor del CSA La Tabacalera de Lavapiés y esos encuentros en un sótano habitado por gente iluminada. Ambos eran espacios cercanos y porosos. Las comunidades de cada lugar circulábamos por uno y otro para hacer política, cultura o bailar. Habitábamos el territorio fronterizo entre institución y ciudadanía, modelando los bordes y planteando nuevos modelos de creación y convivencia. En mayo de 2011, la emoción y el sentimiento de responsabilidad se desataron por esas redes de afectos y acción. Los espacios que habían acogido los discursos y las prácticas que desbordaron el 15M respondieron a las plazas. Medialab Prado, que había sido un espacio de referencia institucional para potenciar la cultura libre, el concepto de procomún y el trabajo colaborativo, se sumó a la respuesta. Recuerdo varios encuentros en aquel momento para visibilizar y comprender el movimiento. En uno de ellos impartí mi primera conferencia. Adolfo Estalella me invitó a hablar de mi investigación sobre la comunicación digital en el 15M y los movimientos que lo precedieron. No me tembló la voz.

A lo largo de varios años asistí a encuentros, conferencias y participé como colaboradora en varios proyectos. En 2014 envié mi primera propuesta dentro del programa Escena, Humor y Ciencia Ficción, orientado a desarrollar proyectos colectivos de divulgación científica con la tutorización de Miguel Noguera, Cristina Blanco o Canódromo Abandonado. Mi propuesta, «Vidas inteligentes», consistía en la construcción de una radio para contactar con alienígenas y demostrarles, a través del humor, que somos seres inteligentes. La cara B del proyecto era una seria reivindicación del espacio radioeléctrico para la ciudadanía y su derecho a comunicar. En una semana construimos una radio, hackeamos las señales de las grandes emisoras en un área simbólica, enviamos mensajes a los alienígenas y yo conocí al que ahora es mi pareja. Me regaló un chiste y yo lo lancé a las estrellas.

Medialab Prado ya era entonces para mí un espacio donde desarrollar colectivamente ideas innovadoras, disfrutando mucho del proceso y, a la vez, tejiendo una red de afectos en torno a intereses comunes. Pero también me facilitó el marco teórico y experiencial para dar forma a las prácticas que había interiorizado como activista en los medios comunitarios, los centros sociales y las plazas. En 2015 me surgió la oportunidad de pensar, junto al Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario, cómo trasladar la filosofía y las prácticas de Medialab Prado al entorno rural de la Comunidad de Madrid. El resultado fue Agrolab Madrid - Laboratorio de Agricultura Abierta, un proyecto experimental centrado en la agricultura participativa como vehículo para la dinamización agraria y rural y su conexión con zonas urbanas. Comenzamos involucrando a sesenta personas en un proceso participativo en febrero de 2015 en Perales de Tajuña, y actualmente el modelo se ha replicado en El Escorial y en Móstoles, centenares de personas han participado en él y ha sido reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como un proyecto de éxito a nivel internacional.

En este recorrido, Medialab Prado ha sido siempre la referencia y nuestro punto de encuentro con la ciudad. De la mano de Chema Blanco, primero con PermaSource y luego con CiCiLab, organizamos encuentros para analizar el papel de los municipios frente al cambio climático, la agroecología como nuevo modelo económico para el bien común, e incluso talleres de ciencia ciudadana para construir estaciones meteorológicas con software libre. A partir de esta experiencia, mis intereses se ampliaron hacia cuestiones relacionadas con la sostenibilidad, el territorio y la ciencia ciudadana. Y todo ello encajaba con todos los temas estudiados y trabajados anteriormente. Porque uno de los mayores aprendizajes en estos procesos fue que la transversalidad en los campos de conocimiento te acerca un poco más a la libertad.

Así, mientras desarrollaba estos proyectos, también construía una carrera docente e investigadora. En el año 2013 comencé a impartir una nueva asignatura en la universidad, Periodismo Participativo en la Red, un reflejo de la época y también otra oportunidad para aplicar lo experimentado en Medialab Prado. A lo largo de seis cursos, he trabajado en una metodología que involucre al estudiantado en todos los aspectos de la asignatura para desarrollar colectivamente prototipos periodísticos que respondan a problemas que les afecten directa o indirectamente. Después de varios proyectos en grupo, en 2016 lanzamos Newslab, un medio periodístico elaborado entre sesenta personas que daba respuesta a las necesidades detectadas en la formación en periodismo. Y en 2019 hemos puesto en marcha Periodismo por el Clima, un medio colectivo pionero centrado en informar sobre el cambio climático. Estas experiencias me han permitido comprobar que este modelo de prácticas transdisciplinarias, abiertas y en red favorecen la cooperación, la creatividad y la capacidad potencial de cada estudiante de entender su realidad y tratar de modificarla a partir de intervenir en ella. Centrarse en el hacer desde una perspectiva crítica.

Hoy compagino mi labor como docente e investigadora con el diseño de proyectos de innovación social para distintas instituciones. Y, en cada acción, trato de aplicar las tres características que definen Medialab Prado: abierto, colaborativo y experimental. Abierto en cuanto a que intento siempre que cada proyecto acoja a personas de diferentes perfiles para el intercambio de saberes y experiencias. Y, para ello, es muy relevante el diseño de la convocatoria y el contacto con agentes sociales. Evitar que nuestras acciones queden encapsuladas en círculos privilegiados. Además, aplico los principios de la cultura libre y todo se produce bajo licencias que permiten replicar, modificar y redistribuir lo producido. En segundo lugar, son proyectos colaborativos, ya que están orientados a la creación colectiva, con distintos niveles de participación en función de intereses, capacidades o competencias, y con el objetivo de producir un bien común, responder a una demanda colectiva o proponer una solución a problemas que afectan a una comunidad determinada. Y son experimentales, ya que creamos colectivamente sin miedo al error. Con la mirada centrada en el mismo proceso tanto como en los resultados.

Siento que las personas que habitamos Medialab Prado estamos conectadas como este espacio a la realidad social y, a la vez, a visiones transformadoras. Y esto nos hace evolucionar al compás del centro. También nos enfrentamos a los mismos riesgos al desarrollar prácticas de creación colectiva. En ocasiones, las instituciones quedan fascinadas por el discurso, pero no tanto por las prácticas. Y los proyectos quedan hermosamente armados, pero vacíos. O tratamos de desarrollar prácticas abiertas, descentralizadas y en red en centros cerrados, fuertemente jerarquizados y verticales, cuando la estructura de los espacios que acogen los proyectos determina en gran medida el carácter de la actividad. En demasiadas ocasiones no somos capaces de vencer las dinámicas excluyentes. Sin embargo, cada riesgo encarna una barrera sobre la que reflexionar colectivamente. La dinámica nos llevará a volver a encontrarnos por el placer de compartir lo que nos apasiona, nos afecta o nos preocupa. A pensar colectivamente soluciones y estrategias en cada nuevo escenario y a seguir tejiendo estas redes de acción y de afectos que generan las transformaciones cotidianas.

Carmen Haro es doctora en Comunicación y Ciencias Sociales y profesora e investigadora en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Su enfoque de acción-investigación se ha centrado en el desarrollo de procesos culturales abiertos y colaborativos en diferentes contextos: desde la autogestión a entornos universitarios, institucionales y laboratorios de cogestión pública-ciudadana. Actualmente desarrolla un proyecto de arte y ciencia ciudadana frente al cambio climático en el Ayuntamiento de Madrid y ha estrenado su primer largometraje en el Festival de Cine Europeo de Sevilla. www.carmenharo.com

Puedes descargar más abajo el texto íntegro con notas al pie y la publicación de la que forma parte: Laboratorios ciudadanos. Una aproximación a Medialab Prado.

 

Tipo de post
Blog
Autor
Arancha B