Si aceptamos que durante el siglo XVIII se produjo una ensanchamiento de lo público a expensas de lo cortesano y lo clerical, ahora para hablar de Segunda Ilustración tendríamos que argumentar una nueva expansión que se haría en abierta disputa con lo corporativo y lo tecnocrático.
Son muchos los síntomas y entre ellos creo que destacan la nueva pujanza de las culturas amateurs, la proliferación de movimientos en defensa del procomún y las luchas contra el oscurantismo institucional. Y no hablamos de disputas entre entendidos, moralistas o abogados, sino que estamos evocando la emergencia de nuevos actores, nuevos relatos y nuevas tecnologías. Hablamos de cambios profundos y de cambios comparables a los que se produjeron desde finales del siglo XVII y que desembocaron en lo que muchos historiadores llamaron revolución atlántica.
Para explicarlo, tomaré como eje las transformaciones que se produjeron en la ciencia y situaré todo el argumento en clave histórica.